Predicas escritas

La historia del piloto



Dicen que era un piloto experimentado. Horas de vuelo en su haber. Pero que nunca le había sucedido una experiencia semejante.
Sobrevolaba el océano con su avioneta a hélice cuando lo sorprendió un ruido extraño debajo del asiento. Una inmensa rata correteaba entre sus pies. Fueron los minutos más patéticos de su carrera como piloto aéreo. Un sudor frío recorrió su espalda mientras buscaba desesperadamente un lugar donde aterrizar de emergencia, detalle bastante difícil si tenemos en cuenta que volaba sobre el mar.
Y fue entonces que se le ocurrió un plan alternativo.
En vez de buscar un sitio para aterrizar, decidió levantar más altura. Se elevó por encima de lo que jamás había volado, y la rata, que no soportó la presurización, murió en el acto.

Hubiese dado cualquier cosa, porque alguien me contara esta historia cuando yo era más joven. Cuando estaba pendiente de todas las críticas. Cuando me importaba demasiado el “qué dirán”. Supongo que de haber oído la historia del piloto, hubiese logrado mucho más de lo que El Señor me demandaba por aquel entonces.
Siempre existirán las críticas constructivas y serán bienvenidas. Pero también estarán los roedores, aquellos que solo corretean entre los pies de los que andan en las alturas.
Por algo el genial Maxwell dice: “Cuando quieras emprender algo, habrá mucha gente que te dirá que no lo hagas; cuando vean que no pueden detenerte, te dirán cómo tienes que hacerlo; y cuando finalmente vean que lo has logrado, dirán que siempre creyeron en ti”.

A esos miles de pioneros, a los que pagan el precio de la crítica, a los que viven diez años adelantados, a los que están en la vanguardia, a los que se arriesgan a una milla extra, a los que no miden los costos, a los que provocan los éxitos; a todos ellos, les dedicamos esta historia.
Cuando sientas a los roedores, sube más alto. Las ratas nunca soportarán la altura.

Autor: Dante Gebel

un gran dia

un maldia Su esposa se lo había dicho antes de salir de casa. Ese no iba a ser un buen día. Era un extraño presentimiento que le rondaba por la cabeza desde hacía semanas. Su esposo convivía con el peligro y la muerte era moneda corriente en la disipada vida de su amado, cualquier día, podía ser el último que lo viera con vida. Pero esta vez era distinto.
Ella sentía un helado presagio, una nefasta premonición. Y ahora, había escuchado lo que no hubiese preferido oír nunca: su esposo había sido detenido. "No debiste haberte casado con el, nunca fue un buen hombre", pronosticó su madre, y hoy, pagaba la factura por una mala elección y por desoír el consejo materno. Pero que fuera un delincuente, no disminuía el amor que sentía por el.
Hubiese preferido un abogado, un ingeniero o un albañil, pero no tuvo esa fortuna. Su esposo era un ladrón y lo acababan de apresar.
No la asustaba que estuviese preso, ya había pasado por esa situación antes. Lo dramático era que esta vez no habría misericordia del juez, y la sentencia era inapelable. "Una ejemplar muerte de cruz", pidió el fiscal a un tribunal con sed de justicia. Es que ese no iba a ser un buen día, pensó la mujer una y otra vez. No debió haberse levantado de la cama.
Era una tarde gris, helada, con una llovizna que cortaba la cara. "Tal vez lo perdieron las malas compañías" reflexionó mientras recorría la calle principal, "su socio en las andadas también será crucificado con el", le susurró una vecina a modo de desgraciado consuelo. De igual modo, ya no importa buscar culpables, lo cierto es que su esposo iba a terminar como ella lo había soñado en tantas pesadillas: en la peor de las muertes, las más vergonzante, las más cruel, las más atroz. La dama no pudo despedirse de su amado, es que los ladrones no cuentan con ese lujo, no hay piedad, humanidad, o últimos deseos para los condenados al madero.
El horizonte recorta tres cruces, la de su esposo, la de su compañero en las correrías y la de un....desconocido. Ella conoce a su marido y al otro ladrón, pero le resta importancia al tercero, "otro infeliz que condenará a otra viuda al olvido y la desgracia", piensa. El cuadro es estremecedor. No la culpen a ella por no llorar, ya gastó todas sus lágrimas en una vida miserable junto a quien le prometió amor eterno y ahora cuelga de una cruz. Gritos, súplicas, latigazos, sangre, ira. No quiere mirar a su esposo, está allí, pero prefiere no recordarlo así. Sólo observa el suelo, mientras la sangre surca la tierra entre los dedos de sus pies.
Uno de los ladrones insulta al desconocido de la cruz del medio. Y una voz conocida, imperceptible, pronuncia algunas débiles palabras. "Acuérdate de mi, cuando vengas en tu reino". Era la inconfundible voz de su esposo, sin duda, hablándole al desconocido de la cruz central. "Hoy estarás conmigo en el paraíso", promete el otro, como si en su condición pudiese prometer algo.
La mujer levanta la vista por primera vez. Tal vez para mirar a los ojos de su esposo una vez más....o tal vez para entender el diálogo tan extraño que acaba de oír. El socio de su esposo acaba de morir en un seco grito. El desconocido del medio pareciera un inocente que paga por algo que jamás cometió, y su esposo, su esposo....sonríe. No tendría porqué sonreír, no hay razones. Hizo de su vida un mundo miserable, y pende de una cruz frente a miles de ciudadanos enojados. Pero el ladrón se encuentra con la mirada de su esposa, y le hace una sonrisa. Un último gesto de que todo estará bien, a pesar de todo. El gesto de los que se encontraron con la gracia en el momento menos pensado. Ella tampoco sabe porqué, pero presiente que su esposo finalmente encontró algo distinto. No entendió bien el diálogo de los condenados, pero supo que algo había cambiado, allí, a escasos metros de ella, en lo alto de la cruz.
Su esposo cuelga de un madero, pero inexplicablemente, irracionalmente, sonríe. Ella le devuelve el gesto en el lenguaje del silencio, ese que sólo pueden interpretar los que se han amado lo suficiente como para no tener que hablar. Su esposo se había encontrado con la gracia en el minuto final. Segundos antes de la cita con el verdugo inevitable, la muerte. Ella sabe que no puede implorar justicia y mucho menos misericordia. Ella sabe que su esposo paga por crímenes verdaderos. Ella sabe que ese era el final del camino, la terminal de la vida, tarde o temprano. Pero ahora, la última sonrisa de su esposo le devuelve la calma. La sonrisa que se dibuja entre la sangre y los moretones, extrañamente, la compensa por toda su vida miserable.
Su esposo parece no pender de una cruz. Muere como si lo hiciese de viejo, en una cama caliente, rodeado de sus seres amados, luego de haber vivido una buena vida. Su esposo no mereció nietos, ni años altos, ni una cristiana sepultura. Pero alguien, tan condenado como él, le prometió el paraíso en lo alto de la cruz. Ese, no iba a ser un buen día. Y mucho menos, existía la más remota posibilidad que terminara bien. Su esposo ha dejado de respirar, pero nadie se explica porqué sonríe. La dama descubrió el secreto: si para encontrarse con el paraíso había que venir a la cruz, valió la pena el haberse levantado.
Cuando te sientas que tu día está arruinado, o lo que es peor, que tu vida se ha transformado en miserable, recuerda que siempre se puede pasar por la cruz. La gracia, transforma a ladrones en reyes, y a las cruces en paraísos.
Ojalá que este articulo pueda lograr, que después de todo, este no sea un mal día.
Dante Gebel, "Generación Z"

TRATO HECHO
Perfecto. Nos sentimos honrados de poder ser parte del nuevo y poderoso escuadrón de emergencia en combate contra las fuerzas invasoras. Y vos, nos diste tu confianza y tu apoyo incondicional. Así que, un trato es un trato, y lo vamos a mantener. A principios de año, teníamos el sueño de lograr una revista que fuese mucho más que un entretenimiento o un magazine de información. Tenía que tener de todo: datas, informes, investigaciones, música y la mayor cobertura que jamás se hizo sobre los temas candentes de la juventud.
"Hagamos una revista donde podamos hablar de bulimia, de sexo, de los falsos modelos y de cada uno de los flagelos que intentan destruir a nuestros jóvenes", esa fue la consigna. Reunimos a los mejores columnistas, a los más prestigiosos escritores y a aquellos que tienen una verdadera carga por los jóvenes y adolescentes. Los mejores creativos y cronistas, se pusieron a nuestra entera disposición.
Pero teníamos un pequeño escollo: queríamos que todos (o una inmensa mayoría) accediera a la revista. Aún los lugares más recónditos del país albergaban jóvenes dispuestos a transformarse en parte de este nuevo escuadrón Z de vanguardia, y no podían quedarse fuera del entrenamiento. Así que, largamos, con muchísimo esfuerzo setenta y cinco mil ejemplares. Que es el doble de lo que tiraba 13/20 (una exitosa revista juvenil secular de principios de los 90) y la misma cantidad que la desaparecida revista musical PELO (otro semanario juvenil de finales de los 80), y un poco menos que la actual Rolling Stone, edición Argentina.
Nuestros días de cierre, significaban una decena de personas corriendo de las computadoras al teléfono hasta la hora que sea. Sentimos que trabajamos para un público selecto, grande, ABC1, con las exigencias de aquellos que no leen cualquier cosa. Y vos, lo percibiste. Recibimos miles (Dios sabe que es cierto), de mensajes y e-mails de toda la República, a tal punto que tuvimos que asignar a una persona específica para leer todas las cartas. Al poco tiempo, recibimos una nominación al premio Optima, en Expolit, debido al contenido y al tratamiento de las notas. Eso nos alentó aun mas y nos dejó la sensación que íbamos por buen camino. Pero queremos crecer para responder a todas las necesidades. Soñamos con regalarte posters coleccionables, y compartirte las fotografías con la mejor calidad del mercado. Ansiamos que puedas guardar la revista y utilizarla cuantas veces quieras en tu programa radial o en la reunión juvenil. Apostamos a la calidad y la excelencia.
Por cada joven que el diablo nos arrancó, queremos arrebatarle cien. Queremos llegar a entrenar a cientos de miles, aún en Latinoamérica. Por eso crecimos. Y lo puedes palpar a partir de la nueva edición Gold. Conservamos la seriedad y la frescura de siempre. Alistamos a los mejores en nuestro staff. Nos comprometemos a mantener el feedback que nos caracteriza. Y por sobre todas las cosas, te cuento uno de nuestros lemas en la interna de la redacción, que es casi una intimidad: "no insultemos la inteligencia de los jóvenes".
Te respetamos al grado máximo, porque estamos conscientes que le hablamos a obreros de primera línea. A soldados que lo dan todo en el campo del honor. Cada número es para coleccionar. Cada nota, para leer y compartir. Y cada informe, para el asombro. Cada foto es seleccionada. Cada reportaje, para pensar. Es un trato, y lo respetaremos. Seguí apoyándonos como hasta ahora, y nosotros te brindamos una edición Gold. Es un trato marcado a fuego. Color oro.
Dante Gebel, "Generación Z" Edición Gold
HISTORIA DE UN MAFIOZO
Historia de un mafioso
Ha sido un ladrón de toda la vida.
Cualquier mafioso tiene códigos, gente a la cual nunca debiera robarles. Pero él, los desconoce por completo.
A los siete años visitó el primer correccional de menores, y más tarde, recorrería todos los de su ciudad. Alguien, conocedor de la mala gente, vaticinó que este pequeño nunca llegaría a ser una persona decente, y no se equivocó. Tal vez existan mortales que ya nacen con una mala marca, una especie de karma, algo que los predispone antes de la vida adulta. Este, damas y caballeros, es el típico caso.
Sin padres reconocidos y mucho menos alguien que hubiese considerado adoptarlo. Se comenta por el barrio natal, que carga con diez muertes en su haber. Otros opinan que muchas más. Todos lo saben , pero nunca se pudo probar nada.
Cuentan, que al llegar a los treinta y pico, entró en las "ligas mayores", en la mafia grande, aquella de los amigos importantes, las influencias del poder. Y tal vez por eso, nunca se le comprobó ningún delito. Todos saben que es ladrón, cualquier hijo de vecino no desconoce al mafioso que la propia ciudad engendró. Desde el alcalde hasta el juez, conocen que maneja negocios turbios. Droga, mercancía robada, timba, trata de blancas. Pero es su vinculación con el poder lo que le ha dado tanta impunidad. Se ríe de los jueces y juega su turbulenta vida ante la mirada absorta de los inocentes.
Pero el poder cambió. O tal vez alguna interna política le jugó una mala pasada, o...algún juez escrupuloso no permitió que alguien le pusiera precio a su deber. Y desde hace un año, está privado de la libertad. El periódico lo festejó colocando la noticia en la primera plana de la edición dominical. Los ciudadanos respiraron cierto aire de justicia, tardía, pero justicia al fin. Los políticos utilizaron el encierro del mafioso para su campaña política. Algún poderoso influyente hizo extensas declaraciones en la televisión local, acerca de "cómo actúa la justicia de nuestro país".
Si hubiese una hipotética mínima chance de que algún preso fuese liberado, éste no es el caso. No debe existir un solo ciudadano de bien, que no esté alegre por el justo encierro del oscuro personaje. Los que tenían miedo, declararon. Y un hábil fiscal pudo probar cada delito. Y dicen también, que ningún abogado pudo defender lo indefendible. Lo sentenciaron a cadena perpetua.
Pero todo eso fue hace un año. Los primeros doce largos meses de el resto de su vida en prisión. Hoy es un día festivo en la ciudad, y la costumbre es darle un "regalo" a la gran ciudad. Un premio irónico. En el día de la fiesta, la gente puede votar para que el gobierno suelte a un preso, tal vez para darle una nueva oportunidad.
El nefasto hombre no aspira ni a soñar conque pueda contar con ese deseo. La gente lo odia demasiado. La prensa se le tiraría encima al gobierno como leones hambrientos. No. No existe la posibilidad de pensar en la libertad...a menos que....existiese alguien al cual la gente odie mucho más que a él. Un violador de niñas, tal vez. O un ladrón con menos códigos que el mismo. Un caníbal, una bestia que mate ancianas, un Hitler, algún azote venido del mismísimo infierno. Si hubiese tal persona, por una logística comparación, el mafioso podría ganarse el olvido de su condena y aspirar otra vez la calle. Pero no vale la pena la ilusión, no existe alguien peor que el mismo, y lo sabe.
De pronto, alguien interrumpe su delirio, es un guardia. Seguramente lo llevará al "agujero" de castigo o lo golpeará hasta desangrarlo, al cabo, es lo que le ha sucedido durante todo este infernal año. Pero al guardia no parece disgustado. "Ya no entiendo a este país -comenta el hombre de seguridad- el maldito pueblo ha votado por hacerte un pájaro libre y encerrar a otro en tu lugar...".
El afamado ladrón no da crédito a lo que acaba de oír: el pueblo ha votado para liberarlo. Algo no está bien...o el país enloqueció o apareció alguien que despierte más odio popular que el mismo.
Otros dos guardias le entregan su ropa de civil. Un escribano constata su firma en el libro de salidas de la penitenciaría. Es demasiado milagroso, demasiado irreal para una sola tarde. Es un contrasentido. El hombre condenado a perpetua, será liberado gracias al mismo pueblo que lo encerró.
Afuera lo aguardan los periodistas, las cámaras, los grabadores, los reporteros que se apretujan por la primicia. El ladrón gana la calle y los micrófonos lo apuntan. Quieren saber su reacción, necesitan al menos una palabra del ladrón. Alguna declaración.
El mafioso sólo pregunta. Debería responder, pero quiere saber. Pregunta quién es el monstruo que será condenado en su lugar. Quiere, por lo menos, saber el nombre de la bestia que lo suplantó en las elecciones de la muerte.
"Jesús de Nazareth -responde una cronista del canal de noticias- la gente te prefirió a ti, antes que al tal Jesús".
El hombre no entiende mucho, y se abre paso entre la turba. Tiene demasiadas cosas que preguntar, much75os interrogantes sin respuesta. Tiene la libertad, pero por alguna curiosa razón, no la disfruta, no la comprende.
El tal Jesús tiene que ser demasiado importante para ocupar su lugar, o demasiado loco, para ganarse el odio de toda la ciudad. O pocas influencias en el poder...o quien sabe, tal vez se trate de alguien que haga historia.
El hombre se detiene en el medio de la nada, y sólo tiene un deseo. Un deseo tan fuerte como lo fue el de la libertad. El mafioso quiere conocer quién lo reemplazó. Quiere saber quién cargó con tanto odio, quiere saber quién le regaló, indirectamente, la libertad y una segunda chance. Casualmente, en los próximos dos mil años, todos harán la misma pregunta. Todos lo querrán conocer. Millones, en todo el mundo, se preguntarán porqué el tal Jesús se dedica a cargar con odios ajenos. Por qué reemplaza a delincuentes. Es la incógnita divina, el es verdadero amor, el inexplicable estilo Dios. Todos querrán preguntarle a Jesús "porqué".
Por ahora, el primer hombre de la historia en preguntarlo es un mafioso que acaba de ser libre injustamente, como si una mano divina hubiese intervenido.
Y se llama Barrabás.
Dante Gebel, Generación Z

CAMPEONES

Todo o nada. El pugilista sube al cuadrilátero sabiendo que podría ser su última pelea. Se juega mucho más que el cinturón, que ahora es apenas un símbolo de su consagración como campeón del mundo. Se juega la reputación, su vida, el futuro. Sabe que tiene que subir a pegar, y volver a pegar. No puede escatimar esfuerzos a la hora de golpear. Es que, por si no lo sabían, el campeón no está jugando. Un knock out (K.O) en este momento de su carrera, lo dejaría mucho más abajo que en la lona. Lo empujaría al olvido. Faltan veinte segundos para que suene la campana. El boxeador está en su punto sin retorno. No puede perder.
El goleador respira. Una multitud grita desaforadamente entre vítores e insultos. El jugador está quieto frente al agazapado arquero. Faltan veinte segundos para patear el penal. En otro momento podría errarlo y sólo sería una anécdota del Fútbol amateur, pero ahora no juega con esa posibilidad. No cuenta con ese lujo. Juega en primera división y en un mundial. No puede fallar, no se puede equivocar, no hay margen de error en las ligas mayores. Los cien mil espectadores parecieran moverse en cámara lenta. El no está jugando un partido. Esto ya no es un deporte donde lo importante era competir. Se juega un contrato Europeo millonario. Su pase al futuro asegurado. No puede patear mal. Es todo o nada. Lo difícil no es llegar, sino mantenerse. Si el boxeador cae, se levantará de la lona, pero no del prestigio. Si el jugador no convierte el gol, maldecirá sobre el césped, pero alguien más romperá un contrato sin firmar.
Salvando las distancias, es la misma presión que sentimos al publicar cada número de nuestra revista. Hace un año comenzamos con el sueño de convertirnos en una alternativa potable para la juventud. Trabajamos duro para lograr una edición única cada vez. Ponemos todo para el mejor público que nos espera ansiosos. Y unos minutos antes que la revista salga de imprenta, sentimos lo del boxeador. O los segundos previos al penal. A diferencia de los dos ejemplos, no estamos cuidando nuestro prestigio o un contrato millonario, sino algo mucho más importante: la responsabilidad y el compromiso ante Dios de dar lo mejor. Quisimos jugar en las ligas mayores, y hoy, estamos saliendo en gran parte de Latinoamérica. Eso nos produce un profundo respeto por los miles de lectores y por saber si estamos dando lo mejor. Cuidamos el diseño, las fotos, los informes y cada nota.
No hay una sola frase al azar. No ponemos rellenos o notas de color. Cada página tiene que tener algo para decir, en lugar de solo decir algo. Seleccionamos sólo lo mejor y escribimos cada nota como nos hubiese gustado que nos hablaran a nosotros. Salimos a la calle, como si fuese el último número. Donde hay que ponerlo todo. Cada edición es premium, cada número tiene que ser de lujo. El equipo trabaja como si se jugaran un título. Durante más de un mes, están investigando, viendo lo que pega, consiguiendo información, seleccionando los mejores libros, para que a la hora de salir de imprenta, sepamos que lo dimos todo. No sabemos si lo estamos logrando, pero de igual manera, no podemos caer en la lona o errar el penal.
Esto, es un mundial, y ya dejó de ser un deporte. Es una guerra contra el enemigo, y no una simple lucha de novatos. Gracias, estimado Zelote, por ser un fiel lector y por el incondicional apoyo en cada número. Gracias por la amistad y la confianza. Por las críticas y los halagos. Esta, más que nunca, es una revista para campeones, para los verdaderos campeones de lo eterno. Ah...olvidé decirte que sólo faltan veinte segundos para comenzar a leerla. Que disfrutes el gol.
Dante Gebel, especial por la edición Platinum de Generación Z

 SONRIE TE ESTAN FILMANDO
Hoy sólo es una anécdota, pero en aquel entonces hubiese querido que me tragara la tierra. Cursaba, lo que hace unos años era el tercer año de secundaria en un colegio Alemán. Desde el examen de ingreso, hubo una cuestión de piel con un profesor. Por alguna curiosa razón, no nos soportábamos. El tendría unos treinta años y este servidor, unos quince. Posiblemente, todo nació cuando en plena clase, me sorprendió dibujando una caricatura de cada uno de los docentes. Así que, dos por tres, la frase irónica me helaba el cuerpo: "Gebel, pase al frente, así nos cuenta de qué se ríe y nos reímos todos, venga a hacer uno de sus dibujitos".Creo que la cosa se tornó en algo personal. Nos repelíamos mutuamente.
Un domingo, Dios me habló profundamente en la iglesia, y ese día, decidí que podía cambiar la molesta situación. De un día para otro, le hablé a todos de un notorio cambio de vida personal, y en una ocasión, hasta prediqué en una voz, lo suficientemente alta, para que oyera mi enemigo declarado. Por si el cambio no quedaba claro, y para que no hubiese rencores, llevé a mi pupitre una regla que decía "Jehová es mi Pastor". El profesor la observó de reojo. A la semana, otro profesor, quiso romper el hielo de la clase, pidiéndonos nuestra opinión respecto a los demás profesores del establecimiento. ¡Era mi gran oportunidad de decir todo!!.
Por un momento, olvidé mi cambio de vida, y me despaché a gusto, hablando de mi repulsión por el profesor en cuestión. "Es un agrandado-dije, en medio de las risotadas y la aprobación de mis compañeros- es insoportable y toma exámenes solo para reprobarnos, deberían echarlo del colegio, por mal tipo y...", mientras hablaba, alguien me tocaba el hombro. Parecía una escena del Chavo hablando mal del profesor "Longaniza". Detrás de mí estaba el destinatario de mis palabras. Mi docente enemigo. No sé desde cuándo estaba allí, pero escuchó to-di-to. Hubiese querido desaparecer o tirarme por la ventana en un último acto de valentía y sentido común. El profesor no parecía ofendido, pero con la misma ironía de siempre, tomó de mi pupitre la regla que decía "Jehová es mi pastor" y sonrió. Sólo sonrió como aquel que le descubrió el truco al mago. Jugó con la regla entre los dedos y sonrió otra vez. Luego, dio media vuelta y se fue tal como había entrado, en silencio.
No hubo más palabras entre nosotros. Pero entendí aquella sonrisa irónica: "No sirve que prediques de amor o lo que sea, si no lo vivís con tu vida". Por un tiempo, no me atreví a predicar de un cambio de vida, hasta restaurar mi testimonio. Mi espalda predicaba más que mis palabras. No volví a hablar del tema con el profesor y nunca me atreví a hablar del tema para pedirle perdón. Pero me dispuse a ser un modelo de verdad, a partir de aquel engorroso incidente. Ojalá vuelva a encontrar al profesor, te voy a contar si alguna vez pasa.
Claro que apenas tenía quince años y no había empezado a vivir la experiencia, pero aún recuerdo el incidente, trivial, pero determinante. Fue el día que supe que debía ser un modelo en las cosas simples. Fue el día que asumí que mi testimonio pesaba más que la inscripción en la regla o una carpeta. Fue el día que me enteré que me estaban filmando. A propósito, sonríe, que también sos un modelo para toda una generación, y las cámaras nunca se apagan.

UNA MISION QUE VALGA LA PENA

El hombre camina entre las tumbas encorvado y silenciosamente. Una brisa otoñal recorre el viejo cementerio. Está más cerca del final que del principio de la vida. Vive sus últimos años, los altos, los de la experiencia. Se nota cansado, pero hace un esfuerzo y se inclina sobre una de las tumbas. Detrás del anciano, los que parecen ser sus familiares, lo observan con respeto.
La lápida lleva el nombre de un teniente del ejército americano. No es cualquier teniente, no señor. Para el viejo hombre, fue quien le devolvió la vida. Fue quien cruzó el mapa en plena guerra para devolverle su libertad. Hacía muchos años, el gobierno americano había revisado los archivos para descubrir que una madre había perdido cuatro hijos en la misma guerra. Y no era justo que perdiera otro, su quinto hijo, bajo bandera en el ejército.
Había que indemnizar a la madre de algún modo, y lo mejor era, buscar al quinto hijo, quien estaba al frente de un pelotón, darle de baja, y enviarlo de regreso a casa. Que viva los últimos años junto a una madre que lo perdió casi todo. La misión se llamó "Rescatando al soldado Ryan" y sirvió de guión para un exitoso filme, interpretado por el premiado Tom Hanks. Durante el rescate, el teniente no puede creer que todo un pelotón se sacrifique para buscar a un solo mortal. Pero le costó su propia vida y de sus mejores hombres, y antes de morir, le dedica sus últimas palabras al soldado Ryan: "Espero que te merezcas este sacrificio, por lo menos vive una vida digna, que valga la pena".
En el filme, Ryan ahora es el viejo que viene al cementerio y observa en silencio. La guerra terminó pero él quiere saber si saldó su deuda con el teniente. Contempla su tumba y le hace una pregunta a su anciana esposa, que está a unos pasos detrás de el. "Necesito saber algo-dice el viejo Ryan- dime si viví una buena vida. Si fui digno de tanto sacrificio. Si valió la pena que me rescataran. Dime si valió la pena.", insiste entre las lágrimas. Los dos se abrazan en silencio y la similitud de la película con el sacrificio que Cristo hizo en la cruz por nosotros, es asombroso. De eso se trata.
Sólo hay que cambiarle el título al filme, "Rescatando al soldado Jorge, Hernán, Pablo, Dante, etc". El sacrificio no registra antecedentes y es indescriptible.
Luego, sólo hay que vivir una vida digna de tanto sacrificio. Una vida que valga la pena. Algún día, los años de adolescencia habrán quedado en el olvido. La fuerza de la juventud sólo quedará retratada en una foto amarillenta y la nieve emblanquecerá nuestro cabello. Ese día, nos preguntaremos si vivimos una vida digna, que haya valido la pena. Si afectamos a otros, si entrenamos a la nueva generación, si perpetuamos nuestro nombre, si nuestra obra perdurará aún cuando ya no estemos. Algo de eso hay en Generación Z. Queremos hacer cosas que demuestren que valió la pena la crucifixión.
Que no fue en vano. Queremos agradecer un poquito, tanta gracia inmerecida, por eso, nos dedicamos a buscar a los soldados Ryan antes que mueran en combate. A lo mejor, valga la pena. A lo mejor, si logramos rescatarlos, tengan también una vida digna.